domingo, 9 de diciembre de 2012


La célula abuela
Introducción:
         El ser humano siempre se ha planteado muchas preguntas sobre el funcionamiento de los recuerdos: ¿Todos los recuerdos se almacenan en la misma zona del cerebro? ¿Dónde se almacenan los recuerdos? Si fuera en una sola zona del cerebro, ¿con un accidente podríamos perder absolutamente toda la información que tenemos acumulada? Pero esto no es así... siempre hemos buscado una respuesta:
Desarrollo del problema:
         En los años sesenta, los científicos (primero  Jerry lettvin  y dos años más tarde con una idea similar a la de lettvin, Jerzy Konorski) buscaban la célula abuela: se decía que en el cerebro podría haber una célula que contuviera toda la información relativa a nuestra abuela. En realidad con el paso del tiempo y de las investigaciones, sabemos que no existe tal cosa: afortunadamente porque, de lo contrario, bastaría con destruir una única célula para que se perdiera definitivamente un recuerdo. De hecho, un recuerdo no está fijado en un lugar preciso del cerebro, sino que se trata de una reconstrucción que hace en un momento determinado el lóbulo frontal.

        Volvamos al ejemplo de la abuela; cuando pensamos en ella, si recordamos su cara, se trata de una información visual, tomada de los recuerdos visuales. Si pensamos en su voz, sería un recuerdo auditivo. Si recordamos su perfume, uno olfativo. Si recordamos los paseos con ella, el recuerdo sería visual y espacial. Reconstruir el recuerdo de nuestra abuela en un momento determinado es la tarea del lóbulo frontal, que recupera las informaciones necesarias en otras áreas del cerebro (auditivas, visuales, gustativas, olfativas...).

         En realidad, parece que, cuando adquirimos una información, una vez procesada, esta vuelve a las áreas donde se percibió inicialmente. Pero cada una de esas áreas no representa más que un elemento del recuerdo. Y, para reconstruirlo completamente, es preciso reunir todos esos elementos.
         Así se explica que los recuerdos no desaparezcan nunca o difícilmente, ya que es casi imposible borrar todos los elementos que los componen. Esto explica, también, por qué, a veces, no tenemos más que recuerdos parciales: hoy podemos ser incapaces de recordar el perfume de nuestra abuela, pero es muy probable que dentro de unos días sí lo consigamos.
        William James en 1890 propuso una idea relacionada con la célula abuela la llamo célula pontificio (según él traductor). La célula pontificio se define como un supuesto, e inverosímil, la célula que tenía todas nuestras experiencias. Es el sitio de la experiencia de los datos sensoriales.
       También nos encontramos la teoría contraria a la teoría celular abuela, es la teoría de la representación distribuida, que indica que se codifica un estímulo específico por su patrón único de actividad en un grupo de neuronas.

Opinión Personal:

       En mi opinión dada la popularidad de la concepción jerárquica vale la pena recalcar algunos de los problemas que esta hipótesis crea. La actividad neuronal en una estructura jerárquica tendería a la convergencia neuronal, en la que cada célula representaría un paso más hacia el reconocimiento sensorial, proceso que culminaría con el famoso concepto de neurona-abuela (es decir, lleva a la idea de que hay neuronas especializadas que representan cada uno de los objetos de nuestra cognición, como por ejemplo, la imagen de nuestra abuela)" y para mi es imposible que una única neurona se ocupase de “acordarse” de nuestra abuela. Para empezar, las neuronas mueren, pero nadie se olvida de su abuela. http://www.as.wvu.edu/daly/439/readings/Gross%202002%20Grandmother%20Cell.pdf